Dos adolescentes en el bosque de «El Crucero»

Dos adolescentes en el bosque de «El Crucero»

Autor de la foto: De Dick Culbert from Gibsons, B.C., Canada –

Parece mentira, pero este lugar tan cerca de la ciudad de Managua está lleno de bosques, cafetales y exuberante vegetación y ahí vivían estos dos adolescentes rodeados de un bosque bellísimo y muy verde. 

Era una tarde fresca de verano, y estos muchachos junto a su perra dálmata, iban casi todos los días al bosque que quedaba cerca de la casa. La perra siempre iba alerta, por las ardillas que subían corriendo a las plantas o por si había algo en las hojas caídas y húmedas por todos lados. Era habitual para estos hermanos meterse dentro de las hojas o tirarlas al aire. Había senderos, muy pocos y árboles centenarios, árboles frutales y otros muy jóvenes de otro tipo,  a la vez plantas de café, tan común en esta parte de las sierras de la ciudad con un mejor clima fresco. 

Siempre había una brisa  suave o fría y era maravilloso, una experiencia fuera de este mundo, pero con el mundo tan a la par, a un kilómetro por el camino, pero lo pasaban bien y se reían y se comían algunas frutas que crecían por ahí: mangos, marañones, almendras tropicales, guayabas, o zapotes. Los árboles eran centenarios y la experiencia era fascinante, una aventura cada día en el bosque. 

Mini aventura en el bosque, un lugar mágico lleno de aventura

Una tarde como cualquier otra, la perra dálmata acompañaba a los muchachos y de repente se puso alerta. Había oído un animal entre las hojas, no se veía qué era, podría ser una serpiente o “culebra” como le dicen en Nicaragua, o un ave de las del lugar o una ardilla a toda velocidad. Simplemente, corrieron siguiendo a la perra y era que se había caído un nido de un árbol y al caer el suelo había movido las hojas, pero agarraron a la perra que quería comerse a los polluelos y tomaron en las manos el nido, buscaron la rama de donde había caído y lo regresaron a su lugar. Parecían crías de zanate, una ave de un plumaje negro azabache  que es muy común en el campo y la ciudad de Nicaragua. Eran lindos, tan pequeños, tan frágiles, eran tres y la madre estaba cerca pues no dejaba de hacer su sonido particular.

La tarde terminó sin otro incidente parecido, pero con el cansancio de una caminata mediana con los piés llenos de lodo, o con el olor a bosque volvían a la casa, que estaba muy cerca.

Baños Forestales a la nicaragüense

Esta era la rutina de casi todas las tardes en el cafetal que botaba y regalaba las frutas. Luego, se dieron cuenta que los japoneses llamaban a esa experiencia, baño de bosque, o “baños forestales” que ellos  ponen en práctica para caminar de forma especial y meditativa dentro de un lugar con muchos árboles. Otros países con árboles centenarios hacen lo mismo con excelentes resultados para la salud.

 Cuando los muchachos se fueron de ese lugar, a uno de ellos le regresaba en la memoria esa experiencia, y era porque esa sensación de bienestar volvía en momentos de alegría o de plenitud como los vividos en esos momentos.

La perra dálmata murió ahi, y la enterraron cerca de un árbol cercano de mandarinas. Era muy mayor ya y se enfermó, pero siempre les quedó el recuerdo de esta mini aventura y de todo lo que habían pasado en ese momento y tantos otros. 

Casa rodeada de bosque, aún te veo, te añoro y te veo a tí perra dálmata, vives en mi memoria y revives cada vez que te pienso. Espero poder encontrarme con vos, al otro lado y decirte, ¡Vamos! ¡Corre! Así como vienes a mi memoria de hace tantos años tan vivos. ¿Nos veremos pronto?

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