Apenas tuve ocho años de mi vida para compartir con mi abuela materna, Leticia,y fue suficiente para el resto de mi vida.
Mi abuela Leticia fue la que me enseñó a leer y me hizo descubrir la magia de las letras. Recuerdo que fue tan importante para mí aprender a leer , que no paraba de leer todo lo que veía por la calle. Yo tenía 4 o 5 años y sin querer, me enseñó el mundo del conocimiento a esa tierna edad. Muy pocas clases fueron las que me dio, pero recuerdo que me lo enseñó tan sencillamente, que después fui a Kinder sabiendo leer con perfección.
Hoy descubrí que fue tan importante en momentos cruciales de mi vida, porque sin expresar una sola palabra, agarrándome la mano o diciéndome que me sentara a su lado era suficiente para mi, pues de esa manera sentía su amor y presencia perenne. Era una persona tan cálida y me daba tanta seguridad, que nada más que esos pequeños gestos eran suficientes.
No puedo hablar de muchos años en el tiempo, pero el recuerdo agradable, tranquilo, su sonrisa sencilla y su presencia son aún perennes en mi vida.
Mis primos menores me preguntan cómo era ella, pero la verdad es que me habló muy poco pero me habita para siempre con su recuerdo, ya que ella y mi abuelo Leonardo siguen vivos dentro de mi, en mis memorias, en sus sonrisas, en su modo de ser tan particular y en mi corazón.
Te fuiste hace 41 años abuela Leticia, pero para mi es como que el niño que te dejó de ver unos días antes que murieras, aún te está viendo en tu mesa de trabajo, vendiendo leche, haciendo queso o simplemente acompañándote para hacer la siesta en tu sillón de tu casa de corredor amplio y jardín en medio.
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